Pereda | Pérez arquitectos

Escuela Infantil en La Milagrosa. Pamplona


Pereda | Pérez arquitectos . fotos: © Pedro Pegenaute

La responsabilidad medioambiental que se exige hoy a la arquitectura está fuertemente relacionada con la preocupación contextual.


















La conciencia respecto al medio físico, económico, productivo, material y cultural está en el fundamento de ese ejercicio responsable. A menudo se habla de una arquitectura medioambiental como si fuera una manera de hacer nueva, casi un estilo más, lo que evidencia la pérdida de lo contextual como un valor primigenio del proyecto.
En el proyecto de la escuela infantil en Pamplona el valor del lugar es un condicionante principal, sin el cual no se podría entender este proyecto. La parcela, fruto de un proyecto de reparcelación, se encuentra en el borde de un barrio periférico de Pamplona. La geometría de ésta era de carácter casi triangular en la que dos de sus lados tenían el carácter de medianeras correspondientes a las traseras de una serie de edificios de viviendas, mientras que el tercer lado, y de mayor dimensión, se encontraba orientado a sur, abierto a una plaza desde la que se le dota de acceso.

Por las condiciones extremas de la parcela y del programa pensamos que se trataba de un ejercicio donde se debía imponer primero la razón y lógica en cuanto a la implantación de los usos del edificio y la prioritaria captación de luz natural ante cualquier otro planteamiento de mayor complejidad o exhuberancia.
La propuesta no se ajustaba, por tanto, a una edificación aislada en un lugar agresivo, sino la entendíamos como parte de un zócalo de la edificación preexistente. Por tanto, entendíamos que el proyecto debía tener esos valores y manifestarse como tal. Y así se conformó, como una célula independiente, cuyo perímetro de hormigón cambiante se adosa e integra en este basamento medianil. A partir de esta piel, se generaban, con mecanismos arquitectónicos, las diferentes pautas para iluminar y ventilar.
El proyecto desde el lugar y el programa pretendía trabajar desde el contraste adaptándose a las dos situaciones; Por un lado el exterior tratado como un zócalo abstracto, ordenado, modular y rotundo. Y por otro, el interior de sección no uniforme, permeable, amable y luminosa.
El programa se ajustaba básicamente a cinco módulos educativos, un gran espacio general que organizara los anteriores y permitiera su uso como recreo cuando las condiciones climatológicas no permitieran disfrutar de dos patios de juego exteriores, con sus porches incluidos también solicitados, además de unas áreas internas de administración, servicios e instalaciones.
Se optó por colocar, desde la lógica organizativa, los módulos educativos, entendidos como espacios principales, en el único lado exterior de la parcela con el fin de asegurar en estos el soleamiento directo y las vistas al espacio público como los únicos valores que aportaba el solar. A partir de esta decisión se va desarrollando el resto del programa de forma natural con los condicionantes físicos de la parcela: los módulos educativos se centran sensiblemente en el desarrollo lineal del límite hacia la plaza para liberar a sus lados y en los extremos los espacios destinados a los patios exteriores de juegos donde la propia geometría del solar dificultaba otros usos y refuerza la idea que los espacios destinados a los niños tienen siempre soleamiento directo.

En la parte interior de la parcela se sitúa una crujía destinada a las áreas no públicas de servicio, administración e instalaciones organizadas entorno a un patio que las dota de sus necesidades primarias de ventilación e iluminación. Entre ambas crujías, comunicándolas, se sitúa el espacio central verdadero organizador del edificio, espacio de circulaciones, espacio de juegos, espacio de usos múltiples que al mismo tiempo se comunica con los porches y patios de juego de forma directa.
Los módulos educativos, formados por un aula, un dormitorio, un taller y el baño, se organizan buscando la continuidad física y visual, excepto el dormitorio que se aísla, para garantizar la función requerida.
En una parcela con una gran profundidad frente a una única fachada, la propuesta se articula con mecanismos arquitectónicos de patios y lucernarios que garantizan al edifico de sus necesidades primarias de iluminación y ventilación.
Los lucernarios, como mecanismos captadores de luz directa, se solapan y crecen en altura según su disposición en la profundidad de la planta con la misión de aportar luz y al mismo tiempo mejorar el impacto visual de la medianera al quedar matizada por estos volúmenes. Y los patios, difusores de luz indirecta, reforzando la iluminación y generando ese ambiente íntimo en cada una de los módulos educativos.

El edificio presenta dos accesos, el principal, situado casi en el centro de la fachada, es el único punto en el que la celosía permite el acceso al edificio desde la plaza. Permitiendo acceder al porche y patios exterior de juegos principal.
Constructivamente el proyecto se caracteriza por la utilización de elementos prefabricados de hormigón. Por un lado en los forjados nervados que permiten espacios de grandes luces, versátiles y de celeridad constructiva. Y por otro lado la celosía de la fachada, realizada también con hormigón y de forma prefabricada de hormigón que singulariza la edificación. Ésta, como mecanismo de protección de la escuela respecto a la plaza que sin aislarla, garantiza cuatro aspectos en los que el proyecto se interesa; un buen control de soleamiento, una mayor privacidad en un edificio de estas características situado en planta baja, garantizando una mejor presencia de este en el espacio público asumiendo y matizando el “caos” controlado propio de este tipo de edificios y por último hacer que junto al cierre de los patios exteriores construido de la misma forma de juego el edificio tenga mayor empaque en la condiciones del solar.
Por último el proyecto desde su diseño, y volviendo al principio, se plantea con una marcada preocupación medioambiental. Y sin duda alguna, en esta adjetivación colaboran de forma destacada, por un lado el empleo de la geotermia, como energía limpia y sostenible. Y por otro el tratamiento de la cubierta como una superficie ajardinada que además de mejorar el comportamiento térmico del edificio mejora su impacto visual al tratarse un edificación de una sola planta entre viviendas de mayor altura.

Situación_Plaza Alfredo Floristán s/n| Pamplona | España
Arquitectos_Carlos Pereda y Óscar Pérez
Colaboradores _ Teresa Gridilla
Propiedad_ Ayuntamiento de Pamplona.­ Área de Proyectos Estratégicos
Fotógrafo_ Pedro Pegenaute


1 comentarios :

24 de julio de 2012, 15:13 Anónimo dijo...

un poco duro para ser unas escuela infantil....

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